Entrada en la que hablo de situaciones que tienes que aceptar en vez de buscar soluciones que no existen.
Hay veces en las que piensas mucho buscando la solución a un problema. Tienes la esperanza de encontrar una solución que no existe. En el fondo sabes que es así, pero en la superficie te niegas a admitirlo. No es que no exista, es que no has dado con ella. ¿Aceptar las cosas tal y como vienen? No. Eso no. Mejor poner las neuronas a trabajar hasta que den con la fórmula mágica que te permita no tener que aceptar lo que no quieres.
Se me ocurren varios ejemplos. Cuando tienes un problema de salud. Antes de la visita con el médico esa enfermedad no existía. Seguro que existe la forma de volver atrás en el tiempo para que siga siendo así.
El fallecimiento de un familiar, un bache económico, querer cuidar de tu bebé cuando no puedes dejar de trabajar. También se me ocurre la mala relación con un familiar o amigo que por más que lo intentas no consigues que sea buena. Encontrar un piso de alquiler o de compra que cueste la mitad de lo que cuestan actualmente. Ese trabajo donde te pagan el doble por la mitad de horas.
Seguro que tú estás pensando en otra lista de problemas. Esas situaciones que en tu cabeza tienen una solución tan fácil como irreal. Y ahí estás, pensando y pensando para dar con esa solución que no existe. En el fondo sabes que te tocará aceptar la situación, pero haces todo lo posible porque ese momento tarde en llegar.
Hay ocasiones en las que hay que luchar y hacer todo lo posible por cambiar la situación. Pero tenemos que darnos cuenta que hay momentos en los que debemos rendirnos. Que en realidad no es rendirse, sino aceptar las cosas. Por ejemplo, queremos ser astronautas y vivimos en un pueblo con pocos habitantes. La solución mágica (lo que yo llamo mi mundo de luz y color) sería que nos llamaran de la Nasa para ofrecernos el puesto. Pero eso no va a pasar. Así que lo suyo es intentar vivir en una gran ciudad donde es más fácil acceder a la formación necesaria. Luchar por vestirnos con un traje espacial, poner todo nuestro empeño. Darle vueltas a cómo podemos hacerlo. Pero llega un momento en el que tenemos que aceptar que sólo podremos pilotar un cochete de juguete. Porque con 65 años, miopía, hipertensión y problemas de espalda lo de viajar al espacio es algo irreal (no me gusta la palabra imposible).
En resumen. Hay situaciones en las que debemos pensar y otras en las que debemos aceptar. Y en la gran mayoría necesitamos hacer ambas cosas. Lo que pasa es que el momento en el que debemos dejar de pensar, no lo tenemos claro. Porque no es fácil. Siempre tenemos esa idea de que hay algo que se nos escapa, que todavía no hemos dado con la solución mágica.
Gracias por estar ahí. Por leerme y si te animas a compartir tu reflexión, gracias por hacerlo.